pancha_australia Por Francisca Silva, desde Australia

Dicen que las cosas se ven con mayor claridad cuando se miran con distancia. Pues bien, hace un par de meses que, desde Australia sigo diariamente lo que ocurre en Chile, y haciendo el simple ejercicio de enumerar cada uno de los acontecimientos desencadenados en el último tiempo, es evidente que hay un sistema, una estructura completa, cuyos pilares se desarticulan rápidamente para desvanecer por fin, la imagen exitista del Chile que se autodenominaba el «Jaguar» de Latinoamérica.

Todo lo que está ocurriendo responde a lo mismo. Si vamos al origen, a la raíz de cada uno de los conflictos que nuestro país enfrenta y nuestra gente sufre, llegamos a un punto en común; un modelo, «Cosa que sirve como pauta para ser imitada, reproducida o copiada», importado desde Estados Unidos.

La religión flagelante de Jaime Guzmán, la influencia ideológica del reciente autoexiliado Hernán Büchi y la violencia irracional del dictador Pinochet, junto a las creencias y sensibilidad de todo un pueblo, una cultura en crecimiento y el bienestar general como anhelo colectivo, fueron los elementos que la llamada Transición combinó en una juguera, para que al poco tiempo naciera la bestia de «desarrollo» que supuestamente nos traería alegría.

 De ahí surgió el Jaguar. Ese que observaba un futuro con una mejor calidad de vida, donde ya no pasaríamos hambre y podríamos ir a la escuela con zapatos, donde se jugaba con la ilusión de las personas como lo hiciera Tony Kamo, pendulando entre un discurso ideológico y las necesidades reales de la gente, desdibujando el delgado hilo de los derechos sociales para poner al dinero como valor central y la competencia individual como mecanismo de un nuevo orden social; el consumista, materialista, capitalista.

Pero también dicen por ahí que luego de la lluvia sale el sol, por algo la Naturaleza ostenta la sabiduría más grande de esto que llamamos existencia. Y si de algo sirvieron las aguas del rio Mapocho corriendo por las calles de Providencia, fue justamente para visualizar la calidad de ser humano que este modelo ha impulsado.

Aquellas imágenes se constituyeron como representativas de la miseria de uno de los hombres más ricos de Chile, cuyo poderío económico se construyó en estos años de impunidad, donde de la misma chacra se alimentaban los cerdos, políticos, militares, empresarios de alto calibre y los medios de comunicación. Y hasta parece ridículo, pero mediante esa misma televisión los chilenos de todo el mundo vimos como la avaricia e infinita codicia, se salían por las alcantarillas de la capital, mientras Luksic se sometía a un detector de mentiras grabando un absurdo video, probablemente en una de las mismas oficinas de Canal 13.

Asimismo, ocurre con los salmones, y el desastre medio ambiental y económico de Chiloé.  La precariedad laboral de norte a sur, y un intento engañoso de reforma que la Nueva Mayoría, sabía no pasaría los criterios neoliberalistas del Tribunal Constitucional, herencia del dictador.

 La educación de mercado, visto como un bien de consumo, donde los profesores deben ser los operadores de esa industria. Las forestales y su extractivismo irracional que ha eliminado el bosque nativo y ha devaluado el territorio Mapuche, es decir el de Chile. 

El precio excesivo y la mala calidad de los alimentos. La venta del agua y del cobre. Las platas gastadas en copete y casino. Las deudas agobiantes, la iglesia decidiendo en nuestros vientres, los bancos como catedrales de lujo, el gusto por la ropa nueva, el auto 4×4 y el consumo de alcohol y drogas para un mejor pasar.

Todo responde a lo mismo, a este modelo que ha impulsado un tipo de persona que es contradictoria a la idiosincrasia del chileno; un ser humano que es cercano a su familia y comunidad, que participa, que es generoso, que es humilde y que disfruta observar y agradecer el paraíso donde vive, más que tener un auto de último modelo.

Es el desgaste de una clase política que no supo dar respuestas reales a los problemas de la gente, y que prefirió solucionar los asuntos públicos entre cuatro paredes, junto a una elite de especialistas y el empresariado baboso por más y más dinero para sus arcas fiscales varadas en quién sabe dónde.

Es una coalición que decía luchar por la democracia, pero jugando al ludo de un dictador y con menos fichas. Es una seguidilla de gobiernos que han preferido perpetuar un modelo económico y la Constitución que lo sustenta, que inevitablemente construye un tipo particular de persona, cuya conciencia duerme, mientras se rasca con sus propias garras y no se da cuenta que se está hiriendo.

Es la violencia de este sistema; de su manera desigual de operar en la sociedad, y por lo tanto en nosotros mismos, lo que nos genera este nivel de violencia colectiva, esta rabia interna que hace vernos con desconfianza, con sospecha. Es esa misma violencia que se traduce personalmente en la desconexión consigo mismo, con nuestros valores, identidad y sensibilidad. Es esa violencia, con toda su fuerza, la que se nos ha transmitido para ser expresada de innumerables formas negativas en el entorno extenso, angosto y abundante que se nos ha entregado.

Estos no son problemas sectoriales, responden al mismo origen, a una Constitución que pretende formar un tipo de hombre alejado de su comunidad, de su emocionalidad, de su espiritualidad.

La Constitución chilena, hecha por un régimen dictatorial, es la única en el mundo que después de más de 25 años de haberse acabado ese régimen, se mantiene vigente. Eso es una señal ineludible de que acá no hemos vencido el corazón oscuro de ese momento como país, sin mencionar la deuda con la justicia, fundamental para que haya verdadera reconciliación.

Sí, nuestro presente es miserable para los trabajadores, para los jubilados, para las minorías, para las mujeres, las regiones, los pueblos originarios y los nacidos en condiciones desiguales, nuestro futuro no será armonioso ni menos prospero, a no ser que, al menos, creamos que podemos cambiarlo.

Al Jaguar de Latinoamérica ya no le quedan garras para defenderse. Y es por eso que es tan relevante lo que pasa hoy. Luego de que la furia de la Naturaleza nos golpeara, y de paso desnudara completamente la precariedad de los hombres de poder de nuestro país, aparece como un imperativo moral, social, ambiental, económico, emocional, cultural y espiritual, construir un nuevo modelo de convivencia, de distribución y de entendimiento.

Es entonces una necesidad primordial cambiar esa Constitución, esa que ya no puede defenderse. Ya no se trata de derechas o izquierdas, se trata de sensibilidad y sustentabilidad. Debemos hacerlo involucrando seriamente a todos los representantes de nuestra sociedad, mediante una gran asamblea que discuta desde todos sus ángulos cómo queremos vivir. Pero por, sobre todo, donde pongamos como valor central al ser humano y sus necesidades, y no al dinero. De esa manera recién podremos comunicarnos de forma no violenta entre policías y civiles, empujar a la construcción de un nuevo ciudadano chileno que confíe en su vecino y en la capacidad colectiva de modificar su destino. Un tipo de persona que sepa rescatar la sabiduría de sus ancianos, que le proponga un futuro más luminoso a sus jóvenes, que reconozca la belleza de lo distinto, y que viva conectado con la tierra, el agua, el aire y el fuego que se nos ha otorgado.

Los humanistas del mundo tenemos 12 principios de acción valida y uno de ellos dice: «No te opongas a una gran fuerza. Retrocede hasta que aquella se debilite, entonces, avanza con resolución». Teniendo en cuenta esta frase y viendo al Jaguar reducido en su mínima expresión, es que nos hemos planteado ser un nuevo referente amplio y diverso, que avance con resolución para alzarse como un camino alternativo, ciudadano y político, que modifique profundamente la realidad de nuestro país.

Y porque no podemos solos y la lucha y la vida se disfrutan más de manera colectiva, es que hacemos un llamado a que otros también se sumen, para que juntos venzamos a ese Jaguar debilitado y construyamos otro referente social, cultural, económico y político, constituido por un tipo de individuo distinto, que nos haga volver a abrazarnos, que nos acerque al resto de latinoamericana y que aporte un poco al bienestar del mundo entero.

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